domingo, 4 de julio de 2010

Maradona: "Es como una trompada de Muhammad Alí"


Sin indicios sobre su continuidad como DT de la selección, Maradona apareció quebrado por el golpazo: "No tengo fuerzas para nada".

(www.canchallena.com)

Por Daniel Arcucci, Enviado especial


CIUDAD DEL CABO.- Son las ocho de la noche exactas, ni un minuto más ni un minuto menos, cuando Diego Armando Maradona se desploma sobre el primer asiento de la derecha del enorme ómnibus que, sólo entonces, empieza a moverse, como desperezándose, en las entrañas mismas del estadio Green Point.

Justo encima de su cabeza, la leyenda estampada en letras blancas sobre los vidrios polarizados, suena inoportuna: "Última parada, la gloria", dice.

Maradona, con los ojos todavía enrojecidos de tanto llorar, y después de darse un abrazo con Ruggeri en la salida del vestuario, levanta levemente la mano para saludar a un hincha que insólitamente llegó hasta ese lugar reservado y que, haciéndose lugar entre una fila de policías que le cierra el paso, se golpea el corazón con el puño cerrado y enseguida le apunta con el dedo índice de la misma mano derecha: "¡Te bancamos, Diego!", le grita, mientras el ómnibus empieza a perderse en la rampa de salida.

Sólo un par de horas antes, el equipo había sufrido una derrota lacerante, dolorosa, que llevó a Maradona -en una de esas conferencias de prensa que se habían convertido en un clásico de este Mundial y que esta vez fue dramáticamente distinta- a responder a la pregunta inevitable?

Maradona: ´Esto fue lo más duro que me tocó vivir´ (TyC Sports)

-Diego, ¿tenés ganas de tener revancha mañana mismo, de seguir peleándola, o estás demasiado golpeado como para pensar en eso?

-No, no? Y más que el resultado, es la desilusión? Yo la viví como jugador en el 82, pero era pibe y no me daba cuenta tanto de las cosas. Hoy, a los casi 50 años que voy a cumplir el 30 de octubre, esto es lo más duro que me tocó vivir. Es como una trompada de Muhammad Alí, así que no tengo? no tengo fuerzas para nada.

Un rato después, ya en el aeropuerto, antes de embarcarse en el chárter que los devolvería al búnker de la Universidad de Pretoria, repitió lo mismo ante su familia, a la que tantas veces le atribuyó la fuerza para afrontar el desafío y a la que recurrirá para decidir si lo continúa o no. Apenas terminó el partido, Dalma, una de sus hijas, saltó de la platea a la cancha para darle un abrazo, ante la mirada del alemán Joachim Löw, en medio de un tumulto.

Él insinuó que todo había llegado a su fin cuando dijo: "Me puedo ir mañana, pero me gustaría que estos chicos siguieran demostrando lo que son", o "Creo que el que venga tendrá que seguir este camino, porque es el camino que les gusta a los argentinos". Y él también insinuó cuáles serían los próximos pasos: "Esto ahora hay que pensarlo bien, por si las moscas... Yo todavía no lo pensé; tengo que hablar con mi familia; tengo que hablar con los jugadores. Hay un montón de cosas?".

Si 40 años de su vida son 70 en los de una persona común (definición de su autoría), un año y medio al frente del seleccionado puede ser tan intenso como una década. Y un Mundial, una eternidad. Sin embargo, parece que fue ayer, nomás, cuando reafirmó, antes del debut con Nigeria, que no tenía miedo de poner en riesgo el mito Maradona al asumir como DT: "No? Si hay que poner en juego esa corona que me dieron, la pongo ya. Por estos 23 jugadores, mato. Lo que está atrás ya pasó: no te dejan ganar un partido con la camiseta o con lo que hiciste".

Desde ese mismo momento hasta ayer, literalmente, corporizó una transformación, una más de tantas. Le empezó a dar forma a un perfil de DT que rompía los moldes: "Si quieren, podemos laburar mañana, tarde y noche, pero si no hay feeling con los muchachos, no existe la historia. Nosotros, los técnicos, por ahí queremos ver cosas, pero después el que las interpreta es el jugador; acá no hay magia. Existen los Guardiola, los Mourinho, los Menotti, los Bilardo, los Basile. Hay un montón de DT que han dejado cosas, pero han dejado cosas a través de los jugadores", definió.

Como tocado por la Mano de Dios, enhebró una serie de aciertos en los partidos iniciales que resultaron vitales en los triunfos y se potenciaron con ellos: el gol de Heinze a Nigeria, el ingreso de Agüero contra Corea del Sur, la inspiración de Palermo ante Grecia? "Puede ser que haya madurado en un F. 1, porque el Mundial requiere tomar decisiones rápidas. Pero esto se venía gestando desde hace mucho tiempo. Yo sabía que cuando nosotros nos metiéramos en la cabeza lo que es un Mundial, esto se iba a dar", dijo, y junto con esa confianza empezó a repetirse un hábito: no reconocer nunca los errores del equipo públicamente, hasta negarlos con el enojo y la descalificación de quien se los marcara, pero sí hacerlo en la intimidad, hasta producir cambios de acuerdo con ellos.

No lo hizo después de México, el peor partido, y antes de Alemania, el más importante. Ante el dilema de cambiar o no de acuerdo con la lectura de los errores o las carencias, de poner al equipo "de gala" con los que mejor están o respaldar a los hombres en la mala, recurriendo a su rabia ante la adversidad, decidió llevar su teoría jugadorista al extremo. Arriesgó -o se confió, que en este caso es llamativamente lo mismo- y perdió.

"Llego en el momento justo, en el que hay una camada de jugadores que se juntaron para darle una alegría a la gente. Quizás a otros técnicos les faltaba uno o se le quedaba el otro: yo los tengo a todos sanos, con un arranque explosivo". La frase, pronunciada en momentos en que la selección argentina pasaba de ser despreciada a admirada, lo deja más expuesto que nunca a la teoría que nació como conclusión antes de que comenzara este Mundial que acaba de terminar para la Argentina: si la selección ganaba, era a pesar de Maradona; y si la selección perdía, era por su culpa. Les quitó ese peso de la mochila a los jugadores y lo agregó a la suya. Con esa carga y la de la derrota encima, ahora dice: "No tengo fuerzas para seguir?". Y, por si quedaba alguna duda que afrontaba el mayor desafío, agrega: "Es el momento más duro. Sólo el día que dejé de jugar al fútbol puede ser parecido".

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